Credo Del Asesino
El Credo del Asesino, o simplemente el Credo, fue el código ético y filosófico seguido por la Orden de los Asesinos, seguido desde al menos la Edad Media hasta los tiempos modernos. Considerado el pilar de la Orden, ordena que los Asesinos sean sabios, cuestionando la realidad y las restricciones morales de los hombres, y que las mentes han de ser libres, siempre y cuando uno asuma las consecuencias de sus actos. Además de esto, establece tres principios, prohibiendo el asesinato de inocentes, obligando a actuar sigilosamente, y a no comprometer a la Hermandad.
El castigo por la violación de uno de estos principios oscilaba entre la pena de muerte y la pérdida de rango, dado que el Credo servía como el mayor símbolo de identidad de la Hermandad, hasta tal punto que no seguirlo significaba no formar parte de los Asesinos. El mensaje del Credo fue transmitido de forma oral y escrita durante generaciones, para que todo Asesino pudiese conocerlo y seguirlo.
Era frecuentemente recitado en iniciaciones y otros rituales de los Asesinos, o incluso ante la ejecución de algún objetivo de la Orden. El Mentor de los Asesinos Sirios Altaïr Ibn-La'Ahad creó las tres ironías del Credo, indicando que se contradecía a si mismo en varios aspectos, tan solo siendo un esbozo de la realidad; el Mentor sirio admitió que no podría ser destruido, dado que esas ideas regresarían tarde o temprano, por mucho que sus seguidores fuesen muertos.
jueves, 19 de enero de 2017
Los Hashashin y Los Templarios
El asesinato de un gobernador templario llevo a Los Templarios a emprender un ataque a Los Hashashins en uno de sus castillos sirios e imponerle un tributo anual de una dos mil monedas de oro.
Una de las victimas cristiana más importante de Los Hashashins fue Conrado de Montserrat, rey latino de Jerusalem asesinado 1192.
Luego los Hashashins se dirigieron a Ricardo, una vez coronado Rey de Jerusalem para negociar una tregua.
El Fin De La Hermandad
Los mongoles conseguirán asediar y destruir una a una todas las fortificaciones nizaríes, incluida Alamut, que quedó reducida a los cimientos, desapareciendo con ella su gran biblioteca. Jur Shah morirá camino de Mongolia, y de su familia sólo sobrevivirá uno de sus hijos, al parecer ocultado a tiempo para preservar la sucesión. Muchos nizaríes fueron masacrados.
Se sabe poco de la historia de los nizaríes tras este periodo de destrucción y masacre. Los restos de la comunidad se dispersaron en grupos aislados y sobrevivieron discretamente, amenazados y débiles ante los musulmanes ortodoxos. Los mongoles destruyeron todos los documentos sobre esta sociedad, excepto su leyenda.
La Orden de Los Asesinos
Nadie estaba a salvo de la Orden de los Asesinos, mejor conocida como Hashashin. Los origenes de este grupo se remotaban a los Nizarí, una secta religiosa ismaelita que bajo el mandato de su lider y reformador Hassan Sabbah (1034-1124) se transformó en una organización famosa por sus ataques selectivos contra quienes consideraban sus enemigos; sus miembros pasarían a la historia como los mejores asesinos del mundo.
En un principio formaban la guardia personal de Hassan Sabbah mejor conocido como el viejo de la montaña, que gobernaba desde un castillo o fortaleza lejana, pero pronto los utilizó para cometer homicidios entrenándolos en equitación, manejo de armas, camuflaje, estrategias de combate, recopilación de información y guerra psicológica, perfeccionando así el arte de matar por encargo.
Hassan adoctrinó a sus discípulos en la promesa que si luchaban y morían por Alá vivirían en el paraíso rodeados de placeres celestiales y terrenales.
Empleaban la fuerza de la tortura y del asesinato para hacer honor a sus doctrinas y garantizar una total disciplina y devoción. Hassan le daba hashis (una droga que se podía beber o fumar) a sus discípulos para provocar una sensación de fuerza sobrenatural, antes de enviarlos a misiones suicidas, por eso el nombre de Asesinos se deribo de la palabra hashashin o fumador de hashi.
Esta hermandad era muy temida tanto por los cristianos como los propios musulmanes. A pesar de su escaso número, parecen haber aterrorizado a sus enemigos, alcanzando a personajes muy protegidos, creando la leyenda de que nadie podía escapárseles. Realizaban asesinatos estratégicos de políticos o militares.
Una de las armas más utilizada por esta hermandad era la cuchilla oculta y las flechas envenenadas.
Fueron ellos Los Hashashin quienes desarrollaron lo que hoy denominaríamos operación de "decapitación" una estrategia utilizada por las agencias de inteligencias como la CIA.