Nadie estaba a salvo de la Orden de los Asesinos, mejor conocida como Hashashin. Los origenes de este grupo se remotaban a los Nizarí, una secta religiosa ismaelita que bajo el mandato de su lider y reformador Hassan Sabbah (1034-1124) se transformó en una organización famosa por sus ataques selectivos contra quienes consideraban sus enemigos; sus miembros pasarían a la historia como los mejores asesinos del mundo.
En un principio formaban la guardia personal de Hassan Sabbah mejor conocido como el viejo de la montaña, que gobernaba desde un castillo o fortaleza lejana, pero pronto los utilizó para cometer homicidios entrenándolos en equitación, manejo de armas, camuflaje, estrategias de combate, recopilación de información y guerra psicológica, perfeccionando así el arte de matar por encargo.
Hassan adoctrinó a sus discípulos en la promesa que si luchaban y morían por Alá vivirían en el paraíso rodeados de placeres celestiales y terrenales.
Empleaban la fuerza de la tortura y del asesinato para hacer honor a sus doctrinas y garantizar una total disciplina y devoción. Hassan le daba hashis (una droga que se podía beber o fumar) a sus discípulos para provocar una sensación de fuerza sobrenatural, antes de enviarlos a misiones suicidas, por eso el nombre de Asesinos se deribo de la palabra hashashin o fumador de hashi.
Esta hermandad era muy temida tanto por los cristianos como los propios musulmanes. A pesar de su escaso número, parecen haber aterrorizado a sus enemigos, alcanzando a personajes muy protegidos, creando la leyenda de que nadie podía escapárseles. Realizaban asesinatos estratégicos de políticos o militares.
Una de las armas más utilizada por esta hermandad era la cuchilla oculta y las flechas envenenadas.
Fueron ellos Los Hashashin quienes desarrollaron lo que hoy denominaríamos operación de "decapitación" una estrategia utilizada por las agencias de inteligencias como la CIA.
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